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Alejandro Serrano


Alejandro Serrano

jueves, 4 de febrero de 2016

Calibración de equipos... cuando a veces lo fácil lo hacemos difícil y no nos damos cuenta




Días previos a una auditoría de sistema de calidad según ISO 9001 por una entidad externa.

¡¡¡Zafarrancho de combate!!!

A darle vueltas a todo. Entre otro compañero (de otra fábrica en otra ciudad) y yo, a repasar todo, enviarnos información por email y llamarnos cada hora como poco. Llevábamos poco tiempo ambos y había que ponerse demasiado las pilas para poner todo en orden. Eso requería más que un repaso.

Más o menos vamos centrándonos en lo que hay que mejorar, vamos avanzando y vamos ordenando todo. En equipo, aún a distancia, teniendo un mismo objetivo, se trabaja de maravilla si hay colaboración. Y vaya que si la había. Es más... a veces me dio por intuir si teníamos telepatía.

De todo lo que nos conllevaba nos ajustamos a que los criterios más básicos del sistema de calidad, los procedimientos, registros, etc... que podían chirriar de lo lindo si nos "cazaban" y suponía una no conformidad de las gordas.

Y en estas que nos surge una duda: calibración de equipos. Resultaba que las tolerancias que admitía el sector eran tan grandes que nos valía una puñetera cinta métrica de ferretería y no nos decían nada. Miramos históricos y, en tiempos, habían enviado a calibrar los pies de rey que usaban en mantenimiento.
Que digo yo que qué importa si se usaban solo para reparar... pero lo habían hecho así que por si acaso lo hicimos y guardamos el certificado de que estaban calibrados.

Llega la auditoría. Primer día en la ciudad donde yo trabajaba y allí empezaría el director general. Luego visitarían la fábrica. Segundo día en la otra ciudad y visitarían la fábrica y luego oficinas.

La cosa va bien y, por motivos de agenda, el director industrial, que se había desplazado para la misma se tiene que volver, y con él mi compañero pues habían venido juntos. Nada relevante porque quedaban un par de cosas que revisar y ya estaba yo para defenderlo.

La auditoría acabó una hora después. Se va la auditora y llamo a mi compañero:

- Oye... que ha ido bien pero me ha dado una recomendación verbal.
- ¿Sobre qué?
- Sobre calibración
- ¿Pero no estaban calibrados los pies de rey?
- Bueno, pues entonces dos. La primera es que pasemos de calibrar eso y no tiremos el dinero
- ¿Y la segunda?
- El pantonario

¿El pantonario?

Pues sí señores. El pantonario. Ese desplegable que te sacan en una tienda de pinturas para que elijas el color. El cliente nos daba unas especificaciones y teníamos que ajustarnos a ellas.
Aparte de que, a modo de curiosidad, nos pidió ver los dos colores concretos del logo de su empresa, nos dijo que en el mismo indicaba que tenía validez de un año y se había sobrepasado.

Fue cuando le dije que efectivamente pero que ese no era el "oficial". Que estábamos en un proceso comercial de agrupación de colores y que al año siguiente, cuando nos visitase, no vería ningún pantonario sino una referencia de colores.

Se quedó sorprendida. Fue cuando pedí dos muestrarios de unos cien colores. Uno sobre papel blanco y otro sobre papel reciclado. Le dije que en ambos casos la tinta era la misma pero el efecto muy diferente y por ello se había tomado la decisión de ir cambiando todos los pedidos a esa lista de colores. Con ella los clientes sabrían de antemano el efecto de sus colores (realmente con alguno había diferencias) y elegirían. Todos tenían el mismo nombre y un sufijo según papel blanco o papel reciclado.

Y que el pantonario se quedaría solo para saber si la tinta que recibíamos era la correcta o había que poner una reclamación pero no de cara al cliente sino al proveedor.


Me admitió la explicación y... a ponerse las pilas.

Ni mi compañero, ni yo, nos esperábamos que nos llamasen la atención por el pantonario.
Y por supuesto, no se envió a calibrar ningún pie de rey más. Se seguían usando y si se estropeaban, se compraba otro y punto.





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